Para encontrar tu vocación es necesario compartir ratos con Jesús, que llamó a sus discípulos a ser pescadores de hombres.
La oración nos ayuda a descubrir lo que Dios pone en nuestro corazón como inquietud, como pregunta, como llamada.
Cuando pienso Señor en tus locuras,
cuando siento que me miras y sonríes
cuando de nuevo en la mañana llamas a mi puerta
quiero ser, Señor, de los tuyos.
Cuando siento con María confianza
cuando siento que ya no entiendo nada
cuando pones en mi vida tu palabra
quiero ser, Señor, de los tuyos.
Y seguir tus huellas en silencio
acogiendo y meditando cada paso
abriendo el corazón a tus mañanas
abrazando la muerte y la sorpresa.
Quiero ser, Señor, de los tuyos
con María de camino a la montaña
acercando mi susurro a tus oídos
y pedirte que en vino cambies el agua.
Quiero ser, Señor, de los tuyos,
de los locos que acogen tu promesa
de los locos que creen en tu palabra
de los locos que por ella dejan todo
de los locos que la ponen hoy en práctica.
Quiero ser Señor como tu madre
quiero ser Señor de tus hermanos
quiero ser Señor tu misionero
quiero hacer Señor lo que te plazca.
Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres». Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él.
Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.
Beato Carlos de Foucault
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